Translation exercises: 3
Translation exercises: 3
What I mean by tradition
involves all those habitual actions, habits and customs, from the most
insignificant religious rite to our conventional way of greeting a stranger,
which represents the blood relationship of ‘the same people living in the same
place’.
We are
always in danger, in clinging to an old tradition, or attempting to
re-establish one, of confusing the vital and the unessential, the real and the sentimental. Our second danger is to
associate tradition with the immovable; to think of it as something hostile to all change;
to aim to return to some previous condition
which we imagine as having been capable of preservation in perpetuity, instead
of aiming to stimulate the life which produced that condition in its time.
It is not
for advantage to us to indulge in a
sentimental attitude towards the past. For one thing, in even the very best
living tradition there is always a mixture of good and bad, and much that
deserves criticism; and for another, tradition is not a matter of feeling
alone. Nor can we safely, without very critical examination, dig ourselves in stubbornly
to a few dogmatic notions, for what is a healthy belief at one time may, unless
it is one of the few fundamental things, be a pernicious prejudice at another.
Nor should we cling to traditions as a way for asserting our superiority over less favoured
peoples. What we can do is use our minds, remembering that tradition without
intelligence is not worth having, to discover what is the best life for us not
as a political abstraction, but as a particular people in a particular place;
what in the past is worth preserving and what should be rejected; and what conditions within the power
to bring about, would foster[1]
the society that we desire.
‘tradition’, Selected Prose, T. S. Eliot
[1] The original booklet says “foste”.
A lo
que me refiero cuando hablo de tradición es a estás acciones habituales,
hábitos y costumbres, desde los ritos religiosos más insignificantes hasta la
forma convencional de dirigirse a un extraño, lo que representa el lazo
sanguíneo de “la misma gente viviendo en el mismo lugar”.
Estamos
en peligro constante, de aferrarnos a una tradición arcaica, o de intentar
resucitar una, de confundir lo esencial con lo superfluo, lo real con lo
sentimental. Nuestro segundo peligro es asociar una tradición con lo inmutable;
pensar en ella como algo incapaz de ser cambiado; de tener como objetivo el
regresar a una condición previa porque imaginamos que es capaz de conservarse
perpetuamente, en lugar de que nuestro objetivo sea el de estimular las
condiciones que la crearon en un principio.
No nos
favorece regodearnos en una actitud sentimental hacia el pasado. Por un lado,
incluso en las mejores condiciones de vida existe una mezcla de bondad y
maldad, y eso merece ser criticado; por el otro, la tradición no se trata de la
soledad. No podemos, sin un examen crítico, estancarnos en la necedad de
nociones dogmáticas, de lo que se creyó en su momento una creencia saludable, a
menos que uno de sus fundamentos, perjudique perniciosamente a otro. Tampoco
podemos aferrarnos a las tradiciones como una forma de reafirmar nuestra
superioridad sobre personas menos favorecidas.
Lo que podemos hacer es usar la mente, recordando que no vale la pena
tener una tradición sin inteligencia, descubrir lo que es mejor para nosotros,
no como abstracción política, si no como una persona en particular, en un lugar
en particular; lo que vale la pena preservar del pasado y lo que debemos
rechazar; y que condiciones puede traer el poder, que fomenten la sociedad que
deseamos.
(Translated
by Nefetari Vázquez)
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